Decoración 

NATURALEZA URBANA

Por Débora Campos Fotos Amparo Bernabé Muestras, premios, reconocimientos, conferencias, más recientemente la curaduría de la plataforma Wide. La carrera de Paula Herrero es prolífica y versátil. Mientras ultima los […]

Por Débora Campos

Fotos Amparo Bernabé

Muestras, premios, reconocimientos, conferencias, más recientemente la curaduría de la plataforma Wide. La carrera de Paula Herrero es prolífica y versátil. Mientras ultima los detalles de una colección de cinco piezas de mobiliario y anuncia una consultoría novedosa, la arquitecta recorre las imágenes de un trabajo reciente. Los propietarios eligieron este piso en la zona del Hipódromo de Palermo para habitarlo con la energía y la actualidad de las vidas jóvenes. “La idea fue abrir la caja de los años ´60 todo cuanto fuera posible para llenarla de luz natural y de muy buenas panorámicas de la ciudad. Por eso era importante intervenir estratégicamente la planta para adecuarla a las nuevas rutinas y a la presencia de niños”. Las aberturas y carpinterías fueron completamente reemplazadas, así como el sector de la cocina, que se rediseñó. Pisos, paredes y muebles crearon un paisaje de texturas y de referencias contemporáneas aunque naturales. Es que en un mundo de artificio y tecnología, Herrero encuentra estímulos a contramano de esa ola: “La naturaleza extrema. La Patagonia austral o la Puna. La arquitectura vernácula que emerge en esos paisajes son una fuente inconmensurable de inspiración para mí”. De esas pasiones y de toda su experiencia emergen las marcas que definen a este piso. “Compusimos un estilo joven que se expresara en un único lenguaje de materiales, colores y recursos”, sintetiza.

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Arte  Decoración 

Historia del arte

Por Débora Campos La inmejorable caja del departamento en un edificio de Alejandro Bustillo recibe una colección de arte singular y apasionada. Cada obra elegida por Sofía Otero concentra un […]

Por Débora Campos

La inmejorable caja del departamento en un edificio de Alejandro Bustillo recibe una colección de arte singular y apasionada. Cada obra elegida por Sofía Otero concentra un momento o una amistad.

Podría ser una colección de arte contemporáneo pero es mucho más que eso. Cada obra trae un momento, una relación, una amistad. Registros personales, íntimos, quedaron atrapados entre las formas y colores de cada una. Sofía Otero recorre los espacios de su casa y las historias aparecen. El departamento ofrece las virtudes de la arquitectura de Alejandro Bustillo. El proyectista, pintor, escultor y académico argentino dejó su sello y ella supo capturar esa esencia a primera vista. “Acababa de llegar de Barcelona, donde terminé mis estudios, y venía decidida a vivir sola”. Así llegó a edificio céntrico que la capturó con “la luz, el volumen, los techos altos que dan una sensación de espacialidad tan particular”. Además, había un plus: todos los espacios daban a la calle. “Me gustó la propuesta que planteaba Bustillo: despojada, simple y con espacios amplios”, completa. Por eso, las intervenciones fueron precisas: “Cambiamos la puerta de uno de los dormitorios para sumar luz natural a la circulación y revisamos los contramarcos para enfatizar la altura de los espacios”. El resto fue poblar esos espacios llenos de luz y memoria con cuadros y obras de arte que también encierran momentos y emociones. “De cada una de ellas me enamoré perdidamente”, cuenta Sofía. “Algo me conmovió cuando las vi. Algunas fueron encontradas en los talleres de los propios artistas, otras aparecieron en arteBA y no falta la que le robé a mi padre”, confiesa divertida. “Creo que el arte es el alma de la casa”.

 

Entrevistas 

La canción de María

Inspiraciones/ María Campos Por Marina Gambier Retrato Gastón Perello Empezó a cantar por razones casi terapéuticas, pero el tiempo encauzó esa catarsis hasta convertirla en vocación. Gracias a que sus […]

Inspiraciones/ María Campos

Por Marina Gambier

Retrato Gastón Perello

Empezó a cantar por razones casi terapéuticas, pero el tiempo encauzó esa catarsis hasta convertirla en vocación. Gracias a que sus demonios nunca dejan de molestarla, ya lleva escritas cerca de 300 canciones en las que expresa una visión muy propia del romanticismo, aunque en la conversación se agiganta su belleza y el parecido con Françoise Hardy, el gran icono pop francés de la década del sesenta.

“En mi familia no hay músicos. Me gustaba cantar hasta que en la adolescencia me obsesioné con un chico y encontré en la guitarra una forma de sacármelo de adentro. Ahora nadie me calla, pensé. Escucharme era escuchar la desesperación absoluta de una obsesión. La música era un recurso para no enfermar. Creo si no hubiese cantado seguramente hubiera desarrollado alguna una adicción grave” dice, custodiada por su guitarra. “Mis canciones son autorreferenciales, y una vez que las escribo ya no me duelen esos recuerdos”.

Sus padres la dejaron incursionar en el canto y el piano convencidos de que era solo un hobby, pero a los 17 anunció que no iba a estudiar otra cosa. Sin embargo, recién a los 33 años se animó a grabar su primer disco, que saldrá en marzo próximo editado por el sello Music Brokers. Todo un reto para su temperamento de lobo estepario. “Nunca dejé de estudiar porque no creo en eso del don. El don se hace trabajando. Toco la guitarra pero todavía no me considero guitarrista, por eso hace unos años cuando Gustavo Santaolalla ofreció producirme un disco me aterré y dije que no. Estaba loca, pero sentía que tenía poco para ofrecer. El tipo no lo podía creer. El disco se va a llamar Popular y reúne una preselección de canciones que recién ahora me siento capaz de interpretar con más libertad”.